Algunos sabíamos de antemano lo que iba a hacer Macri si llegaba a la Casa Rosada. Todo lo que ha hecho fue confirmar esas certezas. Devaluación, liberación de genocidas, negocios desde el Estado, endeudarnos hasta el tuétano, devolverle la plata a los Buitres que tanto lo ayudaron, perseguir la protesta social, desfinanciar lo público para un deterioro que habilite las reprivatizaciones, despidos, fraude electoral, licuar los salarios, quebrar los procesos de integración regional, entregar las Malvinas y les puedo seguir enumerando cosas que se correspondían con sus convicciones y modus operandi delictivo.
También sabíamos que iba a ser difícil llevar todo esto a cabo porque enfrente quedaban organizaciones sociales fortalecidas, partidos políticos que vivieron una regeneración y una parte de la sociedad con una mirada crítica más profunda y colectiva.
Y así fue, más allá de que han avanzado en todos los ítems antes enunciados y el resto, no pudieron clavar los clavos del ataúd en ninguna de estas cuestiones. Ni se han podido quemar todas las reservas previsionales, ni metieron presos a todos los que hubieran querido, ni han podido salir a matar a mansalva.
Es decir, la resistencia popular le puso límites. Muchos más de los que a veces estamos dispuestos a admitir. Nos cuesta hacer balances positivos, o es nuestra idiosincrasia o simplemente es un problema humano. El caso es que nuestras victorias parciales, quedaban hundidas en el desasosiego permanente al que nos fueron llevando.
La verdadera guerra es psicológica, es emocional. Por eso creció tanto un sitio como Infobae, que no hace periodismo, sino que ataca el sistema nervioso débil. Por eso los trolls que desalientan en redes, el silencio “stampa” de los medios masivos de comunicación y la insistencia machacona sobre la falta de liderazgos y de reacción.
Lo que quieren es exterminar la política, a los empresarios les resulta un gasto excesivo. Ya han descubierto que las corporaciones y sus representantes pueden gobernar, manejar los países, no necesitan la política. Por eso es tan poderoso el desprestigio desatado en todo el planeta. Y no digo que no se merezcan, en la mayoría de los casos, ese desprestigio, han sido una horda de traidores y crápulas. Pero también fueron los que nos devolvieron la esperanza en este continente. Los que se arremangaron y avanzaron en procesos inéditos de integración y de salida de la pobreza de sus pueblos. Lo vimos en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador y con intentos más tímidos en Uruguay, Paraguay, Honduras…