Hay una ciencia argentina que fue capaz de dar de sí un método, un modo de vida nacional y popular que brillo en los mejores momentos de nuestra historia. Hay también un arte argentino cuya calidad se paseó, luminoso e irradiando su libertad, con el mayor éxito y el más alto prestigio, por salones, escenarios, bibliotecas, exposiciones y galerías de arte de todo el mundo. Pero todavía no existe una filosofía argentina de igual estatura que esa ciencia y ese arte. Porque la demanda a esa filosofía es profunda, no superficial. En la tierra de la Patria argentina y su Pueblo trabajador, la mera repetición de lo extranjero no basta, se exige un sentido nuevo y propio de la vida y el mundo. Basta ya de tanto absurdo. Es hora de que la colonia deje de serlo para siempre. Que se libere de una manera más profunda y permanente que la territorial, política, económica, cultural, artística. Eso, ya sucedió en nuestra historia, pero de manera efímera, no definitiva. Porque, así como la Patria emerge una y otra vez, también la colonia se restablece. Después de cada tiempo, justo y feliz, que los patriotas argentinos prodigaron, siguió otro de moderación política y entrega, cuando no de terror y represión. Lo sagrado, no supo defenderse del enemigo. Porque ya no era sagrado, tal vez. Un sistema de reparto, se agota al mismo tiempo que sus viandas. Sin el trasfondo del interés supremo de la Patria argentina, el Pueblo trabajador ve, en la propiedad social de los medios de producción, solamente la oportunidad de mejorar sus condiciones de trabajo y su salario, y no su patrimonio común e industrial, no el desarrollo y la apropiación social del valor agregado por esa tarea. Análogamente, los materialismos, tanto capitalistas como socialistas, secan la política, restringiéndola al conflicto de intereses materiales de corto, mediano y largo plazo que se resuelven en parlamentos y soviets, cuando no en empresas multinacionales o partidos únicos. Falta en ambos dos la dimensión espiritual, que a lo sumo toleran sin comprender, como a una más de tantas otras taras y berretines del alma humana. Por eso la filosofía, con la necesaria explicación, hallazgo o creación de un sentido trascendente de la vida y el mundo, va mucho más allá del materialismo. Y se coloca más allá o más acá de las religiones también. Incluso mueve, levanta y manipula, elabora, trabaja, lo que la libertad del arte, ese rayo de luz, solo es capaz de señalar sin modificar. Porque Patria argentina y Pueblo trabajador son parte de ese universo mayor y trascendente, la vida y el mundo, que los pueblos originarios ya veían en La Pachamama, El Pachakuti, La Tierra Sin Mal, y la filosofía del país tiene el poder y el deber de integrar, en una visión común y fraterna, junto al Cristo de los católicos y demás religiones venidas de afuera.
Social 21, La Tendencia.