April 08, 2020 12:10
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Desde un sentido un sentido filosófico antiimperialista, encaramos la cuestión de Patria y Existencia. Mientras un animal, una planta o un trozo de madera tienen una esencia que los determina desde antes de que existan, en el caso del ser humano, la existencia es anterior a la esencia. Nos vamos convirtiendo en lo que somos a partir de que existimos, afirma Heidegger. Fracasa en encontrar nuestra esencia, pero concluye que el ser humano está formado de una sustancia, que es el tiempo. El tiempo es un material inmaterial, en perpetuo consumo. Su fatal agotamiento trae consigo la angustia existencial. Y hasta ahí el alemán sacando pecho y derramando éxito. Pero el RAL, el Refutador Argentino de Leyendas, aún joven, en su etapa filosófica, antes de venderle su alma al diablo o a la aristocracia, le retruca al alemán: el tiempo no existe. El pasado es tiempo muerto y el futuro es tiempo no nato, que aún no es, por lo tanto si el presente fuese una delgada cara entre pasado y futuro, debería ser una cara infinitamente delgada, tan delgada que esto, sería la nada. Heidegger es un cobarde que no se anima a la verdadera incógnita filosófica, que es la nada. Y así cierra el RAL. De la nada venimos y hacia la nada vamos, ningún argentino es hasta que muere, el argentino es para la muerte. Definir quién es alguien es ridículo cuando aún no nace o aún no muere. El ser será, recién cuando ya no sea. La existencia se determina con la muerte. Por mucho que duelan las muertes ajenas, son heridas parciales, sólo la propia es absoluta, es la que apaga el mundo. Y es así como el argentino no está seguro de que la eternidad sea un bien preciado. ¿Se imaginan si San Martín fuera eterno? hoy sería un viejo cuentero de hazañas exageradas frente a peligros inexistentes. Con la eternidad los héroes tendrían dudosa procedencia y los traidores podrían redimirse a cada rato. Ambas cualidades serían falseables. El mundo sería de juguete. Todo daría lo mismo, sería absurdo, sin sentido. La eternidad individual le quita valor a las causas nobles y colectivas que trascienden. Lo eterno ridiculiza el mundo. La muerte convierte a las causas dignas en verdaderas, le da sentido, las sacraliza. Quienes sean capaces de explicar-descubrir-inventar el sentido trascendente de la vida y el mundo, que abracen las causas justas y bellas, podrán perdurar en una eternidad compartida, con un sentido profundo sin contraponer la muerte individual. Los argentinos brillan y destacan en arte, historia, ciencia y trabajo en su intento por algo trascendente. Sin la muerte, la solidaridad y la libertad serían borrosas, insignificantes, perdidas en un mar vanidoso de eternidad individual. Con la muerte como posibilidad todo es más fugaz, pero también más intenso. El amor y la dedicación hacia un sentido trascendente se vuelven más fuertes y reales. Un sentido que puede convertirse en un esplendor, que ilumine a los otros nosotros, cuando algún ser argentino finalmente apague su mundo. Read more
Desde un sentido un sentido filosófico antiimperialista, encaramos la cuestión de Patria y Existencia. Mientras un animal, una planta o un trozo de madera tienen una esencia que los determina desde antes de que existan, en el caso del ser humano, la existencia es anterior a la esencia. Nos vamos convirtiendo en lo que somos a partir de que existimos, afirma Heidegger. Fracasa en encontrar nuestra esencia, pero concluye que el ser humano está formado de una sustancia, que es el tiempo. El tiempo es un material inmaterial, en perpetuo consumo. Su fatal agotamiento trae consigo la angustia existencial. Y hasta ahí el alemán sacando pecho y derramando éxito. Pero el RAL, el Refutador Argentino de Leyendas, aún joven, en su etapa filosófica, antes de venderle su alma al diablo o a la aristocracia, le retruca al alemán: el tiempo no existe. El pasado es tiempo muerto y el futuro es tiempo no nato, que aún no es, por lo tanto si el presente fuese una delgada cara entre pasado y futuro, debería ser una cara infinitamente delgada, tan delgada que esto, sería la nada. Heidegger es un cobarde que no se anima a la verdadera incógnita filosófica, que es la nada. Y así cierra el RAL. De la nada venimos y hacia la nada vamos, ningún argentino es hasta que muere, el argentino es para la muerte. Definir quién es alguien es ridículo cuando aún no nace o aún no muere. El ser será, recién cuando ya no sea. La existencia se determina con la muerte. Por mucho que duelan las muertes ajenas, son heridas parciales, sólo la propia es absoluta, es la que apaga el mundo. Y es así como el argentino no está seguro de que la eternidad sea un bien preciado. ¿Se imaginan si San Martín fuera eterno? hoy sería un viejo cuentero de hazañas exageradas frente a peligros inexistentes. Con la eternidad los héroes tendrían dudosa procedencia y los traidores podrían redimirse a cada rato. Ambas cualidades serían falseables. El mundo sería de juguete. Todo daría lo mismo, sería absurdo, sin sentido. La eternidad individual le quita valor a las causas nobles y colectivas que trascienden. Lo eterno ridiculiza el mundo. La muerte convierte a las causas dignas en verdaderas, le da sentido, las sacraliza. Quienes sean capaces de explicar-descubrir-inventar el sentido trascendente de la vida y el mundo, que abracen las causas justas y bellas, podrán perdurar en una eternidad compartida, con un sentido profundo sin contraponer la muerte individual. Los argentinos brillan y destacan en arte, historia, ciencia y trabajo en su intento por algo trascendente. Sin la muerte, la solidaridad y la libertad serían borrosas, insignificantes, perdidas en un mar vanidoso de eternidad individual. Con la muerte como posibilidad todo es más fugaz, pero también más intenso. El amor y la dedicación hacia un sentido trascendente se vuelven más fuertes y reales. Un sentido que puede convertirse en un esplendor, que ilumine a los otros nosotros, cuando algún ser argentino finalmente apague su mundo.