Martin Ayerbe AM740 Hamartia. Economía de Equivalencias, el futuro ya llegó.

La centralidad del trabajo cambia la visión de todas las cosas de un modo revolucionario e irreversible. Una balanza comercial equilibrada en divisas no lo estará necesariamente en horas de trabajo humano. Solo lo será si el valor agregado de lo que se importa y lo que exporta es exactamente el mismo. La economía argentina de los últimos 40 años es catastrófica: exporta bienes primarios e importa bienes industriales. Cuestión que les importa un carajo a los políticos profesionales y empresarios capitalistas, que son ricos y pueden comprar importado sin necesidad de trabajar. Por eso la Economía de Equivalencias es una herramienta de los pobres. Los ricos no la necesitan, más bien le temen. La ficción de las monedas, pesos o dólares, es débil frente a la presencia del valor real, la hora de trabajo humano. Todos los campos de la Sociedad Rural Argentina son hechos de la naturaleza, no frutos del trabajo humano. Por lo tanto la Economía de Equivalencias las considera parte del bien común, como el aire, o el mar. Pertenecen a la Pachamama, no al capital. La renta sobre la tierra es un pecado grave, como lo es la otra usura de la renta sobre el capital. Quien no piensa desde el pobre, actúa en contra de Dios. Una contabilidad paralela a la capitalista, en valor y no en moneda, cuestionaría todo el sistema. Leer el comercio exterior desde la perspectiva del trabajo y no de los mercados establece nuevos patrones de comparación para lo que puede ser un buen o un mal negocio del país y su gente. Medido en guita el comercio exterior puede parecer equilibrado. Medido en horas de trabajo humano la EconoEqui descubre que Argentina importa 8 millones de puestos de trabajo del extranjero al año. En la Patria, los 3 millones desocupados crónicos que dejaron las privatizaciones de la década del ’90, miran la injusticia con la ñata contra el vidrio. Solo un Plan de Pleno Empleo permitirá hacer justicia, por sobre las roscas impoexportadoras. Read more

La centralidad del trabajo cambia la visión de todas las cosas de un modo revolucionario e irreversible. Una balanza comercial equilibrada en divisas no lo estará necesariamente en horas de trabajo humano. Solo lo será si el valor agregado de lo que se importa y lo que exporta es exactamente el mismo. La economía argentina de los últimos 40 años es catastrófica: exporta bienes primarios e importa bienes industriales. Cuestión que les importa un carajo a los políticos profesionales y empresarios capitalistas, que son ricos y pueden comprar importado sin necesidad de trabajar. Por eso la Economía de Equivalencias es una herramienta de los pobres. Los ricos no la necesitan, más bien le temen. La ficción de las monedas, pesos o dólares, es débil frente a la presencia del valor real, la hora de trabajo humano. Todos los campos de la Sociedad Rural Argentina son hechos de la naturaleza, no frutos del trabajo humano. Por lo tanto la Economía de Equivalencias las considera parte del bien común, como el aire, o el mar. Pertenecen a la Pachamama, no al capital. La renta sobre la tierra es un pecado grave, como lo es la otra usura de la renta sobre el capital. Quien no piensa desde el pobre, actúa en contra de Dios. Una contabilidad paralela a la capitalista, en valor y no en moneda, cuestionaría todo el sistema. Leer el comercio exterior desde la perspectiva del trabajo y no de los mercados establece nuevos patrones de comparación para lo que puede ser un buen o un mal negocio del país y su gente. Medido en guita el comercio exterior puede parecer equilibrado. Medido en horas de trabajo humano la EconoEqui descubre que Argentina importa 8 millones de puestos de trabajo del extranjero al año. En la Patria, los 3 millones desocupados crónicos que dejaron las privatizaciones de la década del ’90, miran la injusticia con la ñata contra el vidrio. Solo un Plan de Pleno Empleo permitirá hacer justicia, por sobre las roscas impoexportadoras. Read less