August 31, 2015 23:10
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Alma se tiene a veces. Nadie la posee sin pausa y para siempre. Día tras día, año tras año pueden transcurrir sin ella. A veces sólo en el arrobo y los miedos de la infancia anida por más tiempo. A veces nada más en el asombro de haber envejecido. Rara vez nos asiste en las tareas pesadas, como mover los muebles, cargar las maletas o recorrer caminos con zapatos apretados. Cuando hay que cortar carne o llenar solicitudes, generalmente está de asueto. De mil conversaciones toma parte sólo en una, y no necesariamente, pues prefiere el silencio. Cuando el cuerpo nos empieza a doler y doler, escapa sigilosamente de su hora de consulta. Es algo quisquillosa: con disgusto nos ve en la muchedumbre, le repugna nuestra lucha por supuestas ventajas y el rumor de los negocios. La alegría y la tristeza no son para ella sentimientos distintos. Sólo cuando se unen está presente en nosotros. Podemos contar con ella cuando no estamos seguros de nada y tenemos curiosidad por todo. De los objetos materiales le gustan los relojes con péndulo y los espejos que trabajan afanosos aunque no mire nadie. No dice de dónde viene ni cuándo se irá de nuevo, pero evidentemente espera esa pregunta. Según parece, así como ella a nosotros, nosotros a ella también le servimos de algo. Leer más
Alma se tiene a veces. Nadie la posee sin pausa y para siempre. Día tras día, año tras año pueden transcurrir sin ella. A veces sólo en el arrobo y los miedos de la infancia anida por más tiempo. A veces nada más en el asombro de haber envejecido. Rara vez nos asiste en las tareas pesadas, como mover los muebles, cargar las maletas o recorrer caminos con zapatos apretados. Cuando hay que cortar carne o llenar solicitudes, generalmente está de asueto. De mil conversaciones toma parte sólo en una, y no necesariamente, pues prefiere el silencio. Cuando el cuerpo nos empieza a doler y doler, escapa sigilosamente de su hora de consulta. Es algo quisquillosa: con disgusto nos ve en la muchedumbre, le repugna nuestra lucha por supuestas ventajas y el rumor de los negocios. La alegría y la tristeza no son para ella sentimientos distintos. Sólo cuando se unen está presente en nosotros. Podemos contar con ella cuando no estamos seguros de nada y tenemos curiosidad por todo. De los objetos materiales le gustan los relojes con péndulo y los espejos que trabajan afanosos aunque no mire nadie. No dice de dónde viene ni cuándo se irá de nuevo, pero evidentemente espera esa pregunta. Según parece, así como ella a nosotros, nosotros a ella también le servimos de algo.
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